Orgulloso De Ser Gobernado - Un ensayo sobre la autoridad en Ashtanga Yoga y la vida.
Autoridad y tabú en el ashtanga
La mentalidad autoritaria y el tabú han formado parte de la escena del Ashtanga durante décadas.
Es bastante abrumador ser testigo de cómo el «más tradicional» de todos los estilos de Yoga está inundado de una mentalidad rígida y totalitaria.
Es aplastante ver una herramienta antiquísima como es el Yoga, que fue diseñada para el desarrollo interior del Ser y, sin embargo, enseñada por algunos como si tuviera la 'Marcha Imperial' de fondo.
Esto es no obstante, el elefante en la habitación de los ashtangis, el «traje nuevo del Emperador» de los mysorianos, y el gran engaño del ego espiritual.
La profunda saturación de la creencia en la autoridad no sólo se extiende a la visión general del Yoga, sino también a cómo se practica y se enseña.
Agárrate los machos porque en en este artículo empezaremos desmontando el engaño de la autoridad, seguido de sus efectos en el comportamiento. Por último, veremos la repercusión que tiene la autoridad en la dinámica profesor-alumno.
Definición de autoridad
Para comprender mejor el tema, definamos primero qué es la «autoridad» (según el diccionario Merriam-Webster) y contextualicemos los conceptos.
poder de influir o dictaminar el pensamiento, la opinión o el comportamiento
una persona citada o aludida como experta
Aunque estos dos conceptos son muy diferentes, comparten la misma palabra. Y, a menudo, se intercambian erróneamente. Independientemente de la ilusión del concepto de «autoridad» (del que hablaremos en breve) estas dos definiciones difieren en una cosa. La número «1» se basa en la violencia.
El intercambio de estos dos conceptos tan dispares enreda las creencias, la actitud, y consecuentemente las acciones de aquellos que no pueden discernir entre ellos.
Veamos ahora el mito de la «autoridad» y cómo cualquier tipo de «autoridad» no es más que una mera construcción mental.
Si se toma la primera definición, «poder de influir o dictaminar el pensamiento, la opinión o el comportamiento», el lector podrá apreciar que si no hay consentimiento de la persona a la que se quiere influir, ya no hay «autoridad» en ese sentido.
Cuando la «autoridad» decide imponer su voluntad sin el consentimiento del individuo, se llama agresión. Y la agresión siempre se basa en la violencia, lo que invariablemente va en contra de los Principios de la Ley Natural y del primero de los Yamas, Ahimsa (no violencia).
(Para una investigación un poco más profunda acerca de ahimsa y de satya, haz clic aquí)
Si hay que decirlo sin eufemismos, eso no es «autoridad», sino intimidación en el mejor de los casos.
Aunque la segunda definición no es intrínsecamente violenta, «un individuo citado o al que se apela como experto», es sin duda una ilusión.
Esto se debe a que el que percibe a otra persona como una «autoridad» se está imaginando este «título» en su propia cabeza.
Es cierto, que cuando alguien quiere ser competente en cualquier área, un mentor suele ser la mejor opción. Alguien que sepa más en la materia.
Pero aunque uno pueda sentir que la otra persona sabe más en ciertos temas, nadie puede saber con certeza cuánto sabe otra persona a menos que sepa lo mismo o más en ese tema.
Esto demuestra que toda la idea de «autoridad» hay que tomarla, como mínimo, con pinzas.
Pensamiento grupal vs. individualidad: el desafío en el ashtanga
A medida que el lector comienza a comprender la naturaleza ilusoria de la autoridad en su forma mas cruda, pasemos a aspectos más sutiles del tema y cómo esta creencia destructiva se filtra en el mundo del ashtanga.
Es significativo notar que mientras el Yoga es un instrumento para el desarrollo de la conciencia, algunos profesores eligen impartir este conocimiento desde una perspectiva de dominación.
Hay personas que no solo necesitan, sino que también quieren reglas. No sólo quieren que se les diga lo que tienen que hacer, sino que quieren que los demás también las sigan.
Algunos ashtanguis pueden practicar durante décadas bajo esta perspectiva, pero desgraciadamente aunque su trabajo y esfuerzo son enormes, no es suficiente para que se produzca una transformación interior.
Es más, el mero hecho de adherirse a esta mentalidad está obstaculizando su propio proceso de maduración. Simplemente les resulta imposible asumir la responsabilidad de sí mismos.
Aquellos que necesitan reglas, “seguidores de ordenes” de cualquier tipo, tienden a tener más problemas en el proceso de aprendizaje porque no tienen la oportunidad de cometer errores y asumirlos.
Otro punto de esta mentalidad perjudicial es que favorece el pensamiento en grupo en detrimento del pensamiento crítico individual.
Los que amoldan la opinión pública saben muy bien cómo funciona la mente y (ab)usan del hecho de que una figura de autoridad puede cambiar la forma de pensar y comportarse de las masas.
Además, en casos extremos, cualquiera que desafíe a esa figura será duramente reprendido por la facción que solo utiliza el pensamiento grupal.
Por supuesto, esto es una ilustración draconiana de lo que ocurre cuando el concepto de autoridad se lleva al extremo.
Pero lo mismo ocurre a micro-escala y normalmente en menor grado en algunos lugares de la escena ashtanga.
La gente está condicionada desde el principio de su vida a obedecer ciegamente. Puede tratarse del agente con su uniforme, del médico con la bata blanca o del profesor en la escuela. Es algo que ocurre en la sociedad todos los días desde tiempos inmemoriales.
Este fenómeno puede ser 'traducido' en el mundo del ashtanga cuando algunos ‘profesores' reclaman la propiedad sobre los estudiantes, o incluso sobre un territorio de tal manera que ningún otro maestro puede ir y enseñar en esos lugares poruqe es el monopolio de “alguien”.
“Alguien” no puede venir a esta ciudad a hacer un taller porque es el territorio de “alguien”. Jeje, me parto el ojete.
Por supuesto, esto nunca se dirá abiertamente, pero forma parte de estos «clamos mysorianos implícitos». Créeme, sé de lo que hablo.
El experimento Milgram aplicado al ashtanga: ¿estamos replicando el error?
Para que el lector investigue el poder de esta creencia, puede buscar el «experimento Milgram». El experimento pretendía medir la disposición de las personas a obedecer a una figura de autoridad que les ordenaba actuar en contra de su propio juicio moral.
A continuación se ofrece una breve sinopsis del experimento.
Se pidió a los sujetos que se ofrecieran voluntarios para lo que se les dijo que era un experimento que ponía a prueba la memoria humana.
Bajo la supervisión de un científico (la figura de «autoridad»), una persona fue atada a una silla y conectada con electrodos, y la otra (el sujeto real del estudio) se sentó frente a una máquina generadora de descargas.
A la persona que estaba delante de la máquina de descargas electricas se le dijo que el objetivo era comprobar si dar una descarga eléctrica a la otra persona cuando daba una respuesta errónea a una pregunta de memorización afectaría a su capacidad para recordar cosas.
Sin embargo, el verdadero objetivo era comprobar hasta qué punto la persona que se encontraba delante de la máquina de descargas electricas infligiría dolor a un desconocido inocente simplemente porque alguien con autoridad se lo había ordenado.
Loco, no?
Total… una mayoría significativa de sujetos, casi dos de cada tres, continuaron con el experimento hasta el final, infligiendo lo que pensaban que eran descargas insoportablemente dolorosas -si no letales- a un completo desconocido, a pesar de los gritos de agonía, los gritos pidiendo clemencia, incluso la inconsciencia o la muerte de la víctima (que por supuesto, era un actor).
“Con una regularidad entumecedora se vio a gente buena doblegarse ante las exigencias de la autoridad y realizar acciones insensibles y severas... Una proporción considerable de personas hace lo que se le ordena, independientemente del contenido del acto y sin limitaciones de conciencia, siempre que perciba que la orden procede de una autoridad legítima”
Veamos ahora, cómo ocasionalmente algunos maestros (consciente o inconscientemente) usan y abusan esta creencia profundamente implantada para su propio beneficio.
“La humildad del guerrero no es la humildad del pordiosero. El guerrero no agacha la cabeza ante nadie, pero, al mismo tiempo, tampoco permite que nadie agache la cabeza ante él. En cambio, el pordiosero a la menor provocación pide piedad de rodillas y se echa al suelo a que lo pise cualquiera a quien considera más encumbrado; pero al mismo tiempo, exige que alguien más bajo que él le haga lo mismo”
Encarnado en su papel de «autoridad», el profesor ahora se siente con derecho a hacer cualquier cosa que se le haya hecho, sin importarle si es honesta o moral.
Este juego de poder existe, no me lo estoy inventando, lo que pasa es que no se manifiesta abiertamente, pero es apoyado por el resto de los alumnos en su forma de comportarse.
Los alumnos mayores enseñan a los nuevos la etiqueta de comportamiento cuando el «gurú» está cerca. Este tipo de normas son un tabú, y rara vez se habla de ellas, pero de alguna manera todos las conocen muy bien.
Los profesores, por su parte, se benefician de esta dinámica de comportamiento porque se evitan las preguntas; algo que realmente les disgusta.
Lo cual no deja de ser curioso, teniendo en cuenta que un profesor siempre se enfrenta a preguntas.
Aquí ya es posible ver cómo las dos definiciones mencionadas anteriormente están un poco mezcladas.
También es posible ver cómo una figura de autoridad está creando una dinámica de pensamiento de grupo y dejando que la presión de los compañeros perpetúe estas conductas.
De la conformidad a la autenticidad: liberarse del pensamiento grupal en el yoga
Si quieres saber un poco más sobre la dinámica de pensamiento de grupo, busca «el experimento de conformidad de Asch» y verás la presión de grupo en acción.
En resumen, este experimento reveló hasta qué punto las opiniones de una persona se ven influídas por las de un grupo. El experimento de Asch demostró que la gente estaba dispuesta a dar una respuesta incorrecta con tal de acogerse a la del resto del grupo.
Quizá encuentres algunas similitudes con la escena ashtanga actual. Si es así, no hay mucho Satya allí, ¿verdad?
Como el lector puede notar, la creencia de «autoridad» no sólo consiste en que alguien obtenga mágicamente el «derecho moral» de imponer su voluntad a los demás, sino que los demás tengan el «deber moral» de obedecer.
Algo común entre los profesores de yoga que no están en su ecuanimidad, es mantener a los alumnos dependientes. Como sus ingresos dependen de los alumnos, pueden llegar a obstaculizar el progreso del alumno o desestimar los deseos del alumno de visitar a otro profesor o probar otro estilo de Yoga.
[Como nota al margen, personalmente creo que hacer «Yoga Shopping» (ir a muchos profesores) es sólo una buena idea al principio de tu camino en el yoga, ya que necesitas encontrar a alguien con quien resuenes.
Después de eso, creo que lo más beneficioso es quedarte con tu profesor, ya que te conoce, conoce tu práctica y evitas confundirte con los diferentes y a veces contradictorios puntos de vista de demasiados profesores].
Poniendo todo esto en la ecuación, como profesor de yoga, uno debe ser muy honesto y directo a la hora de interactuar con los alumnos.
Si estás buscando un mentor, aquí te dejo la guía que yo uso en caso de que necesites ayuda:
y ante todo, debe haber cierta conexión entre profesor y alumno.
el profesor debe estar interesado y dispuesto a enseñarte.
el profesor debe tener una práctica propia.
el profesor no debe estar contaminado con la creencia de autoridad.
“Una de las características que hay que buscar en un mentor es alguien que sienta un gran placer ante la más mínima mejora de su alumno. Esta satisfacción es completamente altruista y es una expresión de la autosuficiencia y autorrealización del profesor de Yoga. Un mentor expresa la tercera «brahmavihara» (cualidad del corazón) (sutra I.33), que consiste en ver y celebrar lo bueno de los demás y celebrar el éxito ajeno como propio. Esta cualidad del corazón se hace firme en aquellos cuyo propio ego es estable y equilibrado. .
La propia estructura de identidad del profesor es segura y no depende de colocar al alumno en una posición inferior. Cuando un profesor no tiene esta estructura de ego sana, puede expresar envidia, celos o ira encubierta cuando el progreso de un alumno supera su propio desarrollo. Por lo general, este tipo de profesor intentará bajar al alumno un escalón o dos minando su confianza. Obviamente esto no beneficia ni al estudiante ni al profesor. .
Si un profesor de Yoga cultiva a un estudiante en particular debido a lo que el profesor podría ganar, ya sea personal o profesionalmente, a través de un mayor estatus o recompensa financiera, la relación siempre estará contaminada por el deseo del profesor de completarse a sí mismo a través del estudiante”
La práctica como espejo: lo que la autoridad revela sobre nosotros mismos
La huella del símbolo de autoridad, profundamente arraigada en el subconsciente humano, no es endémica en los círculos del Yoga.
Se ha ido filtrando desde su posición clandestina en la vida cotidiana a la comunidad del yoga y a la transmisión de esta gran herramienta para el desarrollo de la conciencia.
Esta creencia venenosa crea la ilusión de tener derecho a hacer lo que de otro modo sería inaceptable, e impregna por igual las mentes de aquellos dispuestos a imponer su voluntad y de aquellos dispuestos a someterse.
Las acciones de cada uno de nosotros son sólo nuestra responsabilidad. De nadie más.
La creencia en la «autoridad» ha hecho mucho daño a lo largo de la historia de la humanidad, y es hora de revertirla.
Como practicantes y profesores de yoga es imperativo deshacernos de esta creencia tóxica; primero para ayudarnos a nosotros mismos a ser libres, y de esta manera quizás ayudar a otros.
Que todos los seres levanten el velo de la ignorancia y vean la verdad detrás de la ilusión de la autoridad.
Que todos ellos sean capaces de ver las cosas como son a través de una mente equilibrada.
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