Ashtanga, Kapotasana y la Santa Inquisición

Kapotasana: mi primer gran desafío en la segunda serie

A lo largo de los años kapotasana ha tenido diferentes sabores en mi práctica y han sido muchas las lecciones aprendidas con esta postura.

Mis andanzas con kapotasana empiezan a primeros del 2013. En aquellos momentos ya llevaba practicando ashtanga un par de añitos, y siendo honesto, no fué hasta que llegué a esta magnífica extensión de la segunda serie que tuve que empezar a “trabajar” realmente en una postura. 

El reto de la pelvis en Kapotasana

Personalmente, los movimientos relacionados con la pelvis son movimientos que me costaron mucho, pero mucho muchísimo trabajo desbloquear. Y sabrás porque te digo esto en un momento.

Así como la primera serie, la aprendí en un año, la segunda serie me tomó 12 años y aún hoy en día sigo refinándola. De acuerdo a mi constitución y a la naturaleza de los movimientos de la primera serie, nunca me supuso mucho problema avanzar a través de las posturas de esta primera secuencia. 

Las rotaciones de cadera y la flexibilidad que tuve cuando era un chaval gracias a mis años haciendo Taekwondo, lo recuperé en un 70% un año después de empezar con el ashtanga. 

Y como tengo brazos y piernas relativamente largas, atarme en Marichyasana D, por ejemplo, tampoco supuso un gran esfuerzo. 

Quizás supta kurmasana sería la primera postura en donde podría tener un poco de problema, pero como es de entender, hay suptas kurmasanas de practicantes de primera serie, suptas kurmasanas de segunda serie, etc… y ese rango requerido para hacer supta kurmasana practicando primera serie, pues qué quieres que te diga, lo tenía.

Así que como te digo, la primera serie de ashtanga no fué realmente donde hice trabajo real, y mi primera postura donde me lo tuve que currar fué kapotasana. 

Y me lo tuve que currar un montón. 

En retrospectiva

Mucha gente dice, “grandes lecciones con kapotasana… estuve un año y medio para agarrarme los talones”

Me parto. 

Mira.

Llevo practicando kapotasana 12 años, y nunca, repito, nunca fuí capaz de agarrarme los talones por mí mismo. O sea, siempre que los agarré, alguien me ajustó.

A ver… también te digo que los últimos 3 años han sido muy relajados con mi práctica de kapotasana. (Esto lo explicaré en otro articulo)

Digamos que en 2020 estaba en mi prime con kapotasana, y lo que te digo… sin ajustes, mis dedos tocaban los talones pero no me daba para agarrar. 

Todo bien. Antes me torturaba si no me los agarraba pero hace tiempo que dejé ese vicio.

Pero empecemos por el principio, porque fué (y sigue siendo) un viajazo.


Kapotasana y la Santa Inquisición

Como te decía, en 2013 Rolf me da kapotasana. 

Las primeras semanas todo era de color de rosa, comidilla para el ego (mira que guay soy, estoy en kapotasana), etc… 

Pero duró poco.

Pronto empecé a trabajar con los “openers” de Marcy, a los que Edita y yo llamábamos “la Santa Inquisición”. 

Después de un tiempo de hacer estos openers, se me empezaron a revolver cosas dentro hasta tal punto de sentir la necesidad de llorar como una magdalena a todas horas durante 2 meses siguientes.

Me tomaba un chai, lloraba.

Me iba al “Joe Banana” a comer un tali, lloraba.

En moto, lloraba.

En la playa, también lloraba.

Lloraba de la risa, pero de llorar y reir a la vez, no sólo de reír. 

Bien.

Eso quizás hayan sido los primeros síntomas de mis andanzas con kapotasana.

Mi kapotasana en 2013

 
 

Un problema común: no entender la postura y forzar la forma externa

Como dejé entrever hace un momento, la situación en mi pelvis estaba muy cementada. El psoas, un músculo interno que une la pierna con la columna vertebral, estaba muy rígido, y eso restringía mucho los movimientos de la pelvis.

Por lo tanto se me cargaba todo en las lumbares. 

Lo típico.

Aparte, no entendía la postura.

Nadie la explicaba. Y cuando explicaban algo, no era capaz de sacar nada en claro.

Piernas de acero, elemento clave en kapotasana

Me tiré muchos años practicando esta postura sin tener ni idea de qué iba. Y sí, es posible tal cosa, por si te lo estás preguntando.

Me hacía religiosamente mis aperturas de la “Santa Inquisición” y de hecho la he llegado a practicar hasta 4 veces en cada sesión … pero nada… era como estar estreñido: salía muy poquito a poco.

Rolf me metía caña con la postura anterior a kapotasana, laghu vajrasana, y también me hacía trabajarla 3 veces cada día para agarrar potencia en las piernas.

De hecho, recuerdo que en esa temporada la habitación donde vivía estaba en un primer piso. Y muchas mañanas cuando llegaba a casa después de practicar, me temblaban las piernas cual cervatillo recién nacido, y tenía que subir las escaleras “a cuatro patas”.

Yo seguía practicando y mis lumbares se seguían cargando, porque seguía sin tener ni idea. El proceso de abrir la parte frontal del cuerpo era lento.

Con el tiempo, me dí cuenta que los openers de la “Santa Inquisición” no me ayudaban porque no estaban direccionando mi energía a los puntos a trabajar. En mi caso: psoas, hombros, fuerza en las piernas.

Entonces dejé de hacerlos y me propuse hacer la postura directamente. Trabajar la postura en la propia postura. Haciendo la postura.

Esto puede parecer obvio, pero muchas veces nos derivamos demasiado con pajas mentales y al final se pierde la esencia.

Total que en retrospectiva, de esta manera parecía que el trabajo se iba haciendo poco a poco… bueno, muy poco a poco, pero se hacía.

El trauma de kapotasana

Así me tire unos años, y parecía como digo que las cosas se movían. Pero seguía sin tener ni idea de lo que hacía.

Lo único que sabía era que kapotasana sacaba lo peor de mí.

¿Sabes cuando escurres un trapo de cocina para que seque? Pues igual hacía kapotasana con mi mala leche.

Otro punto en común con mucha gente es que también estuve traumatizado con esta postura por un tiempo.

Era literalmente ponerte al borde de un precipicio y tirarte.

Excepto los días de luna y los sábados.

Era empezar la serie intermedia y ya estar temblando al pensar en kapotasana.

Fíjate el grado de pavor que le tenía, que practicando con mi profe de ashtanga, Dena, me sucedió algo curioso.

Diciembre del 2015 y yo estaba en Purple Valley practicando con Dena. En aquellos tiempos estaba practicando la serie con “full vinyasa”, o sea, entre postura y postura, acababa el vinyasa en samastitih. Para que te hagas una idea, era como hacer un saludo al sol entre posturas.

Bien.

Yo estaba en samastitih, y mi siguiente postura era kapotasana. Y estaba tan en mi película, dándole vueltas como una lavadora, con el run run y el miedo... y de repente escucho a Dena casi hablandome en la oreja:

“Dani, are you taking a little holidays??” (Dani, ¿te estás tomando unas pequeñas vacaciones?)

Por supuesto, ella supo leer muy bien lo que estaba pasando en mi cabeza y quiso cortarlo.

Y lo cortó.

Fin de esta historia.

La semilla del cambio: entender

Todo empezó a cambiar cuando comencé mis estudios con Dona Holleman en el 2016. Realmente, ella me ayudó a romper la visión tan rígida y dogmática que tenía, y también me enseñó los principios universales de la práctica.

Me costó años aprenderlos y entenderlos… y a día de hoy aún los estoy integrando. Son conceptos muy potentes que requieren trabajo, pero una vez los empiezas a entender se te abre un claro entre las nubes.

Literalmente.

Y eso fué lo que paso con kapotasana. La postura dejó de ser un muñón ruidoso y empezó a tener un poco de luz.

Sólo una vez que entendí kapotasana, y después de años abriendo toda la zona de la pelvis, pude direccionar mi energía y mi esfuerzo para empezar a avanzar en esta postura.

A ver… los backbends son las posturas más “intelectuales” de todos los grupos de posturas que hay.

Es el grupo de posturas donde tienes que entender un mayor numero de conceptos, utilizar la propiocepción al máximo y después de todo eso… tirarlo todo por la borda y hacer la postura desde el silencio.

Bruce Lee lo resume muy bien cuando dijo:

“Antes de estudiar el arte, para mí un puñetazo era igual que un puñetazo, una patada igual que una patada. Después de aprender el arte, un puñetazo ya no era un puñetazo, una patada ya no era una patada. Ahora que he comprendido el arte, un puñetazo es igual que un puñetazo, una patada igual que una patada. La cúspide del cultivo no es nada especial. Es simplemente simplicidad; la habilidad de expresar lo máximo con lo mínimo.

Aquí es igual.

Necesitas entender la postura y sus detalles a nivel físico, y luego hacerla desde el cuerpo energético.

Pero sin utilizar el cerebro pensante, sino utilizando el cerebro pre-lingüistico.

Hay que integrar el conocimiento de esa postura y hacerla desde un sitio donde no hay palabras.

Hay que hacerla desde el sentir.

Kapotasana sin ajuste en 2019

 
 

Pues esto ha sido a grandes rasgos algunas de mis aventuras con esta postura que no deja indiferente a nadie.

Son años de práctica, sudor, llantos, transformación, dolor y “tapas”. Ya sabes que la cuestión no es agarrarse los talones, sino el intentarlo sin perder tu calma, y por supuesto con un desapego total al resultado.

Hacerlo porque sí.

Si practicas esta postura, algo de esto te sonará. Ya me cuentas en los coments.

Comparte a tus amigos que están en el proceso, quizán encuentren inspiración en este artículo!

Un saludo y gran día,

Dani

Previous
Previous

Ashtanga, Kapotasana & the Spanish Inquisition

Next
Next

Guía Completa de Ashtanga Yoga para Principiantes: Todo lo que Necesitas Saber para Empezar